Por: María José
Montero.
En este mundo tan cambiante la
producción de conocimiento en el ámbito educativo no se detiene y requiere de
nuevas ideas, paradigmas, formas de ser y actuar, por lo que se hace necesario
estar en constante aprendizaje, pero sin dejar de lado los preceptos plateados
desde las diferentes corrientes filosóficas como el empirismo o el
racionalismo, que sustentan diversas estrategias de aprendizaje que permiten
dentro del proceso educativo generar conocimiento y así establecer qué enseñar, cómo hacerlo, con
cuáles medios y cómo evaluar el aprendizaje que conduzca a educar y formar
seres humanos críticos y con conocimientos que promuevan el debate y por ende
la producción de saberes. Por su parte, Norris y Kvernbekk (1997) proponen que
las teorías educativas deben ser conocidas por los docentes si ellos esperan
ser coherentes en su pensar y hacer en las prácticas del aula. Es decir que los
docentes como artífices del conocimiento deberían tener dominio de las teorías educativas
y los planteamientos filosóficos, con la finalidad de que en su que hacer
educativo se logren los objetivos propuestos en el marco del proceso de
enseñanza-aprendizaje sin dejar de lado las potencialidades, habilidades,
formas de ser y de pensar de los estudiantes, motivado a que la producción del
conocimiento puede explicarse desde diversas teorías epistemológicas.
En este sentido, diferentes corrientes filosóficas
han tratado de explicar de acuerdo a su principios como se genera el
conocimiento para el positivismo, todo lo que se encuentre más allá de la lo
regido por la relación causa-efecto pertenece a la fantasía, todo lo que no
puede ser probado no es conocimiento, en contraposición el empirismo se
enfatiza en el papel de la experiencia, ligada a la percepción sensorial,
en la formación del conocimiento. Para el
empirismo más extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento, no sólo
en cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido. Se parte del
mundo sensible para formar los conceptos y éstos encuentran en lo
sensible su justificación y su limitación.
En relación a esto, uno de los principales
exponentes de esta corriente es John Locke, quien
propone que el único conocimiento que los humanos pueden poseer es el
conocimiento a posteriori (el
conocimiento basado en la experiencia). Es famosa su proposición de que la
mente humana es una Tabula rasa u hoja en blanco, en la cual se
escriben las experiencias derivadas de impresiones sensoriales a medida que la
vida de una persona prosigue.
En el mismo
orden de ideas tanto Platón como Aristóteles dedicaron gran esfuerzo al estudio
sobre el origen y adquisición del conocimiento. Esta temática también fue
abordada durante la Edad Media y el Renacimiento y con especial énfasis en el
siglo XVII a través de las ideas de René Descartes, fundador del racionalismo
de quien interesa destacar que la conciencia se halla provista de ciertos
contenidos (ideas innatas) a los que se accede intuitivamente y que nos proveen
de ideas claras y distintas a partir de las cuales se fundamenta el edificio
del conocimiento. El racionalismo sostiene que el conocimiento válido y
verdadero acerca de la realidad no procede de los sentidos sino de la razón.
En
consecuencia queda evidenciado como las diferentes corrientes epistemológicas
han tratado de explicar cómo se genera al conocimiento partiendo de sus
principios e ideas lo que propicia el surgimiento de diferentes paradigmas que
rigen el que hacer investigativo, que se podrían definir como el conjunto de
suposiciones de carácter filosófico de las que nos valemos para aproximarnos a
la búsqueda del conocimiento.
En consecuencia la aplicación
teórica del paradigma en la investigación educativa contempla en si rasgos
teóricos, conceptuales, temáticos, objetuales y metodológicos para participar
en la definición, construcción y transformación de la realidad, es decir, no
hay diversidad paradigmática, sino la tendencia del pensamiento humano de
lograr una estructura compleja y total del conocimiento, un uso irreflexivo de
las clasificaciones de los paradigmas que permitan entender debidamente los
alcances y rasgos que pueden proporcionar un conocimiento adecuado para la
práctica de la investigación educativa tan vital en el proceso de enseñanza-aprendizaje
ya que permiten innovar y crear desde el aula de clases.
Elaborado por: María José Montero
C.I 17. 035389
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